jueves, febrero 02, 2012

recordar desde lejos

podría haber hablado de cualquier otra cosa con mi tía, a quien encontré por casualidad en el metro: del frío, de lo ricas que estaban las mandarinas que trajo mi primo de murcia o de lo mucho que me gusta coincidir por azar con conocidos por la calle. podría haber quedado en una simple conversación en un anónimo vagón de metro, pero no. me dio por hablarle de ti. de mi adoración hacia tu persona y tus poemas. debí sonar convincente porque dijo que buscaría en la biblioteca, pero yo no le di tiempo. al llegar a casa busqué el poema* que hizo desencadenar toda la conversación y se lo mandé por correo.

esa misma noche leí en el periódico que te acababas de ir, y no puedo explicar con palabras la delicadeza de tu despedida: tan anónima, sutil y bella como todo en ti.
siempre he tenido la sensación que me he dedicado a imitarte, incluso antes de descubrir tus versos. hoy no va a ser menos, porque sinceramente no se puede decir mejor:

"Te he sobrevivido suficiente
como para recordar desde lejos"

prefiero pensar que sigues conmigo.
(de hecho,
lo sé).


*Despedida de un paisaje


No le reprocho a la primavera

que llegue de nuevo.


No me quejo de que cumpla

como todos los años

con sus obligaciones.



Comprendo que mi tristeza

no frenará la hierba.


Si los tallos vacilan

será sólo por el viento.



No me causa dolor

que los sotos de alisos

recuperen su murmullo.



Me doy por enterada
de que,
como si vivieras,

la orilla de cierto lago

es tan bella como era.



No le guardo rencor

a la vista por la vista

de una bahía deslumbrante.



Puedo incluso imaginarme

que otros, no nosotros,

estén sentados ahora mismo

sobre el abedul derribado.



Respeto su derecho
a reír, a susurrar

y a quedarse felices en silencio.



Supongo incluso

que los une el amor

y que él la abraza a ella

con brazos llenos de vida.



Algo nuevo, como un trino,

comienza a gorgotear entre los juncos.


Sinceramente les deseo

que lo escuchen.



No exijo ningún cambio

de las olas a la orilla,

ligeras o perezosas,

pero nunca obedientes.


Nada le pido

a las aguas junto al bosque,

a veces esmeralda,

a veces zafiro,

a veces negras.



Una cosa no acepto.

Volver a ese lugar.


Renuncio al privilegio

de la presencia.

Te he sobrevivido suficiente

como para recordar desde lejos.

De "Fin y principio" 1993, Wislawa Szymborska
Traducción de Gerardo Beltrán