


la verdad, ni siquiera suelo pensar en ellas: son de esas cosas casi invisibles a las que uno no presta demasiada atención.
pero cuando mi madre me regaló esta maravilla (hecha a mano con todo su amor y paciencia, después de meses guardando, clasificando y cortando botellas de plástico de colores), supe que ésta era una cortina feliz. no me cabe la menor duda.
y yo no puedo evitar sonreír cada vez que la veo y salir corriendo a abrazar a mi madre.