jueves, septiembre 01, 2005

cuento chino

Cada vez que voy a un restaurante chino pasa lo mismo. “¿Puede traer palillos por favor?”
A lo que el chino dirá “¿dos?”.
Si has ido a comer solo no pasa nada, pero como sean dos comensales ya se ha armado el lío. Ninguna respuesta del tipo “No, sólo uno, soy malabarista” o “cuatro, tengo mucho hambre” funciona, igualmente te traerá lo que le de la gana.
Cuando por fin traen los palillos, me embarga una sensación de zapatos nuevos absurda: es el efecto envoltorio. Se les ve tan bonitos, tan bien colocados en su funda de papel, tan nuevecitos… hasta que los sacas de ahí y compruebas que los símbolos verdes y rojos están medio borrados…

sí, ya sé, al menos los lavan...

9 comentarios:

Anónimo dijo...
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Anónimo dijo...
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Anónimo dijo...
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Anónimo dijo...
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Anónimo dijo...
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ariadna dijo...

Oh sí, els palillos siameses son fantastics. Però amb ells tinc un problema: no puc evitar veure unes cames, i intentar jugar a que caminen. No ho hauria de fer, perque al final els haig d'obrir per poder menjar, i em fa un mal...
En fin, qué triste la vida del palillo...

Anónimo dijo...

Yo creo que el chino que inventó los palillos siameses no los inventó, sino que los robó de un restaurante siamés (de Siam, actual Tailandia).

ariadna dijo...

listo, el chino